Que levante la mano quien crea como yo que nos merecemos la extinción.
Gente que hace fiestas para contagiarse. Cantantes gritando en su concierto "ni una puta mascarilla" (perdón, que dice que era una llamada de atención porque nadie la llevaba). Disc jockey escupiendo bebidas alcohólica al personal (luego el chaval, al que la noche confunde, pidió perdón). Adolescentes haciendo botellón (pobres, que tienen que socializar o les va a quedar un trauma de por vida). Niños y niñas monas que no se ponen la mascarilla porque oyes, que no se me ve la cara y que no pega con mi ropa, jatetú. Imbéciles que no se ponen la mascarilla porque ellos hacen lo que les sale de sus pantalones. Conspiranoicos que dicen que todo esto de la pandemia es un invento. Y así, descerebrados mil. Me parto oigan.
Qué pasa, que a esta gente no le importa su familia, que no quieren a sus padres o a sus abuelos, o ni eso, simplemente son tan necios que ni siquiera piensan. ¿Tanto cuesta llevar una puñetera mascarilla? ¡Una mascarilla y mantener la distancia de seguridad, fíjate que sacrificio más terrible!
A esa gente que cree que no le va a pasar nada le quiero decir que contagiarse de la covid es como jugar a la ruleta rusa. ¡Clic, clic, PUM! ¡Sayonara gilipollas!
Y dicho lo dicho voy con la receta.
Se trata de una versión muy ligera del "postre oficial" que mi madre hace para las celebraciones. Algún día colgaré el postre original con todo su azúcar. La receta es de mi hija.
Ingredientes para dos o tres persona:
- Una lata de piña al natural pequeña (de las del Mercadona).
- 12 uvas blancas.
- Un yogur griego.
- Algo menos del zumo de medio limón.
- Entre 60 y 100 ml de leche, según lo queréis más o menos líquido.
- Edulcorante al gusto.