Coquitos

diciembre 13, 2015

Este un dulce tradicional que está muy extendido por toda España y también en algunos países de latinoamérica. Podéis encontrarlo como Coquitos, Cocadas o Sultanas de coco según el lugar en el que lo busquéis.

Su origen no está claro porque, buscando en Internet, he visto que se lo atribuyen tanto a un pastelero de Medina del campo como a unas monjas de clausura de Coria (Cáceres). También se dice que son muy típicas de Córdoba y allí cuentan que es de origen árabe pues Abderramán III se las daba de comer a sus invitados. Desde luego, en mi opinión, tiene más pinta de ser árabe que otra cosa.

No es que se trate de un dulce navideño propiamente pues lo encontramos todo el año en las pastelerías, pero creo que en muchas casas también se sirve por estas fechas. Mi madre siempre compraba para Navidad.

Me hubiera gustado hacer los típicos Coquitos rizados que se hacen con una manga pastelera, pero no me salieron bien así qué, después de pelearme con la dichosa manga, hice unas bolas a mano y se acabó. Les he añadido chocolate por encima para sentirme todavía más culpable al comerlas.


Ingredientes:
Para unos 18 coquitos.
  • 250 g de coco rallado.
  • 250 g de azúcar blanquilla.
  • 3 huevos.
  • La ralladura de un limón.
Elaboración:
  1. Mezclaremos en un recipiente el coco, el azúcar y la ralladura de limón.
  2. Añadiremos los huevos y mezclaremos todo bien.
  3. Esperaremos una media hora para que se hidrate el coco y la masa tome una consistencia pegajosa pero manejable.
  4. Formaremos bolitas y las colocaremos en una bandeja con papel para hornear.
  5. Coceremos a 200º con calor arriba y abajo hasta que estén doradas. Unos 7 minutos más o menos, depende del tamaño de las piezas. Tienen que quedar firmes por fuera pero jugosas por dentro.
  6. Dejaremos que se enfríen sobre una rejilla.
  7. Podemos pintar un poco la superficie con chocolate de cobertura fundido. Si lo hacéis mientras el coquito está caliente la capa de chocolate será más fina y resbalará. Si se lo añadís cuando esté frío, se solificará más rápido y quedará más grueso, como he hecho yo.
Como están hechas con huevos y por dentro quedan húmedos, yo los guardo en la nevera y los saco un rato antes de comerlos para que se templen.



Un cuento:
El texto de hoy va de Navidad, concretamente del árbol navideño porque en muchas casas ya estará puesto, o aprovecharéis este fin de semana para adornarlo.

Hace poco leí un cuento de Truman Capotte que aparece en el libro Desayuno en Tiffany´s. Ya os recomendé ese libro por aquí porque me gustó mucho. Pues bien, el último cuento del libro se titula "Un recuerdo navideño" y es muy tierno. Está basado en recuerdos de la infancia del escritor.

 Si no habéis leído a Truman Capotte, ya estáis tardando.

Un baúl que hay en la buhardilla contiene: una caja de zapatos llena de colas de armiño (procedentes de la capa que usaba para ir a la ópera cierta extraña dama que en tiempos alquiló una habitación de la casa), varios rollos de gastadas cenefas de oropel que el tiempo ha acabado dorando, una estrella de plata, una breve tira de bombillas en forma de vela, fundidas y seguramente peligrosas. Adornos magníficos, hasta cierto punto, pero no son suficientes: mi amiga quiere que el árbol arda «como la vidriera de una iglesia baptista», que se le doblen las ramas bajo el peso de una copiosa nevada de adornos. Pero no podemos permitirnos el lujo de comprar los esplendores made-in-Japan que venden en la tienda de baratijas. De modo que hacemos lo mismo que hemos hecho siempre: pasarnos días y días sentados a la mesa de la cocina, armados de tijeras, lápices y montones de papeles de colores. Yo trazo los perfiles y mi amiga los recorta: gatos y más gatos, y también peces (porque es fácil dibujarlos), unas cuantas manzanas, otras tantas sandías, algunos ángeles alados hechos de las hojas de papel de estaño que guardamos cuando comemos chocolate. Utilizamos imperdibles para sujetar todas estas creaciones al árbol; a modo de toque final, espolvoreamos por las ramas bolitas de algodón (recogido para este fin el pasado agosto). Mi amiga, estudiando el efecto, entrelaza las manos.

—Dime la verdad, Buddy. ¿No está para comérselo?

Una canción:
No, tranquilos, no voy a poner un villancico. En los centros comerciales y en los supermercados nos tienen tan fritos con los villancicos que, cuando llega Navidad, estamos saturados. Pero, la verdad, esta vez no sé qué poner, así que allá va una dulce canción en la dulce voz de Stacey Kent.  Además, estoy de acuerdo con el título, este loco mundo necesita amor, que es lo único que hay en poca cantidad, porque de odio vamos sobrados.

"What the World Needs Now Is Love" es una canción de 1965 con letra de Hal David y música compuesta por Burt Bacharach. Aparece en el disco "Candid Moments" de la cantante de jazz Stacey Kent. Es un precioso y dulce disco. 






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