Si tienes niños a lo mejor tienes una calabaza con la que has celebrado Hallowen, o no celebras esta fiesta pero te has comprado una porque la has visto en todas las verdulerías, o eres como yo, que en otoño me gusta tener en casa calabazas porque quedan, bueno, muy otoñales. Seas del grupo que seas, te doy una idea para aprovechar la calabaza.
Un plato de legumbre muy apañadete y fácil de hacer.
- Lentejas pardinas 250g.
- 300g de calabaza.
- 200g de patata.
- 1/2 pimiento verde.
- 1/2 cebolla.
- 2 ajos.
- 1 hoja de laurel.
- 1 pastilla de caldo de pollo.
- 4 cucharadas de aceite de oliva.
- Agua.
- Sal.
- Pimentón dulce.
- Lavaremos las lentejas y las pondremos en la olla exprés con agua fría. Hay que poner tres veces el volumen de las lentejas de agua.
- Pelaremos la calabaza y las patatas y las trocearemos en cubos de 1cm aproximadamente. Las incorporamos a la olla.
- Trocearemos el pimiento en trozos pequeños y los añadiremos.
- Pondremos la hoja de laurel, una pastilla de caldo y una cuchara pequeña de sal.
- Taparemos la olla y coceremos unos 40 minutos desde que suba la válvula.
- Haremos un sofrito con el aceite, la cebolla y el ajo cortados en trozos pequeños. Una vez que estén hechos añadiremos al sofrito una cucharilla llena de pimentón y dejaremos unos segundos en el fuego.
- Una vez trascurridos los 40 minutos de cocción destaparemos la olla, añadiremos el sofrito y dejaremos cocer unos 10 minutos a fuego bajo.
El libro que recomiendo hoy me lo regaló mi hermana por mi cumpleaños. Es de Louise Erdrich, una de mis escritoras vivas preferidas.
Este libro se publicó en 2022 y en él, además de aparecer un fantasma, se cuentan cosas que dan mucho más miedo. Está ambientada en el año 2020 con la pandemia de covid de fondo y el asesinato de George Floyd.
Es una novela con mucho humor, muy negro en ocasiones y un poco rara. También hay mucha ternura y mucho amor a los libros.
Erdrich mezcla un batiburrillo de temas que en principio parecen no casar pero sin embargo arman una buena historia.
"Noviembre de 2019
Cinco días después de su muerte, Flora seguía viniendo a la librería. Todavía no soy estrictamente racional. ¿Cómo podría serlo? Me dedico a vender libros. Aun así, me resultaba difícil aceptar la verdad del asunto. Flora se presentaba cuando la librería estaba vacía, siempre en mi turno. Sabía cuáles eran las horas más tranquilas. La primera vez que sucedió, acababa de enterarme de la triste noticia y me alteraba con facilidad. Oí un murmullo y luego un susurro al otro lado de las altas estanterías de Ficción, su sección favorita. Ávida de un poco de sentido común, cogí el teléfono para enviar un mensaje de texto a Pollux, pero ¿qué le iba a decir? Dejé el móvil, respiré hondo y lancé una pregunta a la tienda vacía. ¿Flora? Se oyó el sonido de unos pies arrastrándose. Su paso liviano y silencioso. Siempre vestía prendas de un tejido que hacía un leve frufrú: chaquetas de seda o nailon, acolchadas en esta época del año. También sonó el apenas perceptible tintineo de unos pendientes en sus lóbulos de doble perforación, y el ruido amortiguado de sus numerosas pulseras sugestivas. De alguna manera, la familiaridad de esos sonidos me calmó lo suficiente como para continuar. No entré en pánico. Quiero decir, yo no tenía la culpa de su muerte. Ella no tenía motivos para estar enfadada conmigo. Pero no volví a dirigirme a ella y no estaba a gusto trabajando detrás del mostrador mientras su espíritu revoloteaba por la librería."